En la línea del tiempo
han muerto ya todos los buzones y carteros
que saltaban al pasado.
Otros rezos han asaltado con violencia
los gritos que diera a mis otras vidas.
Se han mudado lejos las pasiones
de beberme el mundo;
los hilos rojos se cortaron sin percatarme;
los tulipanes de papel
naufragaron hacia mejores olvidos;
y las clases universitarias
que desembocaban en fiesta
tienen resaltador y borrador por igual.
Ya los espacios blancos
se ven menos anchos
y yo insisto en darle los créditos
a la sagrada cercanía con mi velorio.
Los libros manuscritos;
las canciones irreconocibles;
unos actos con honores breves;
ya las promesas febriles
(o los otoños imaginarios)
los repasaron hasta el hartazgo.
Cuerdas, pulseras, lonas
y hasta mis palabras envejecidas
se reconocen más ridículas ahora.
A falta de mensajes por paga
y correos sin rostro,
solo aprecio los dobleces amarillos
de cada indecisión tomada desde afuera.
El trauma de los ruidos de borracheras
junto a unas vacaciones cálidas
se juegan la apuesta de fotos sin fecha.
Hallé en hipnóticas enciclopedias de deseos
sobre temas gastados
que son un ancla de infancia,
no obstante,
sordas ante mis fuerzas de cambio,
no van de vuelta al río de la memoria
ni a los congelados juegos de mesa
que tanto conservé para mi egoísmo.
Labios al preludio de olores,
fusiles de tinta secando aún,
parques repletos de indiferencia amorosa,
jergas juveniles,
vientos de lástima,
cortinas floreadas de culpa
y mi engaño anual para no crecer,
cerraron cicatrices que deseé ya abrir otras tantas veces.
Siento, de pronto,
que la única certeza que me queda
es atravesarme con todos mis remordimientos
a la vez,
pues algo lograría transformar
en la inocencia triste de la que tanto reniego;
pero también sé
que no merezco aquello a lo que me aferré hasta hoy
ni porque sacrifique mis más íntimos apegos
ante las vueltas opuestas de unos relojes
y las equivocaciones detrás de estas manos.
Hay en estos dedos
unas desangradas intenciones
de acabar con los próximos amaneceres
de personas que no usarán mi apellido
ni mi idioma,
tampoco mis mañas.
Por lo que ausente de mi voluntad,
he ajustado mi brújula
hacia los bosques oscuros de mi futuro,
aún carente de sentido o esperanza.
Hay en mi despiadada naturaleza
todavía un atisbo de intuición
por luchar ya solo lo que importa.
Voy entendiendo que no hay salida fácil al dolor,
porque cuando duele, aquella mierda lo vale.