Mi desafortunada, Eva,
mujer de poca fe,
ingrata y malagradecida
pero maravillosamente embellecida:
A ti dedico este trozo de tela,
repleta de sueltas ilustraciones
escogidas y absurdas,
oculta entre mis lágrimas
que entre lástimas y desengaños
aún guarda mi literatura.
Que triste es recibir de ti odio,
olvido, desenfrenado resentimiento,
una bocanada de aire amargo
y esta indiferente mirada
que embriaga de estupidez
cada frase contra mi almohada.
No fuerces tus palabras
ni te esfuerces más en mí,
soy un frío capítulo,
de esos sin repetición,
que bailan contra el tiempo
una clase de vicio malinterpretado.
Te bastará, el día que prefieras,
repetirme un "lo siento",
sentarte a mi lado y callar lo demás.
No encontraré remedio distinto,
ni te recordaré todo el pasado;
yo podría borrar esa herida
y mostrarte el resto de la historia.
Dejaré la escritura formal,
los azares lógicos del cosmos,
la energía con la que me muevo
y mi mundo organizado,
por formalizar nuestra reconciliación.
Cualquier llamada tuya me salvaría
de un acto sin consentimiento divino,
de un atrevido eco mortal,
o de mi imaginación artificial;
porque mi pensamiento divaga
en las intensiones de mi corazón,
mi inteligencia no razona
y amarte es mi limbo.
Tanto anuncio para tenerte,
me provocará más de un delirio,
sabiendo que si esto no te lo escribo,
no acabaré por devolverte
el desprecio que me has ofrecido,
ni por tomar la iniciativa
que antes pudiste haber merecido.
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