sábado, 25 de enero de 2014

El Leve Cariño De Los Amantes (Con Marre Calderón)

Te quiero en mi vida, en cada parte que venga de ella...
Te quiero ante todo y después de todo...
En la duda de tus decisiones y el apetito de tus verdades a medias.

Imagina, ¿cómo sería quererte? 
¿sentirte? 
¿vibrar contigo?

Si fuese un instante, una vida y hasta una muerte,
dime, ¿cómo sería?

¿O cómo vivir el gozo de ser tu sombra?
quizá el retrato de ser tu inquietud,
quizá un veneno en el cristal de tus ojos.

Me da curiosidad saber hasta donde llegarías,
como crecerías en mí, 
¿serías capaz de expandirte?

De ser tuyo el mar de mis playas,
¿cuál fuera el margen de tu encanto
y cual la excusa para no alejarme de tus labios?

¿Y si no tuviese límites?
¡Imagínate! sería una gracia desgraciada,
una dicha a medias o completa
pero con sabor amargo...

Serías lo más parecido a luz de día entre ramas de cerezo,
una precavida y sutil luna entristecida por mi compañía...
Tan sólo la memoria de mis manos
sobre el lienzo de tu ausente piel.

Te daré mil razones para que te quedes,
si es que un día puedo ser la luna alrededor de ti...
Pues si fuese posible
yo te daría hasta mi alma,
¡Sí!, hasta ella te daría sólo para saber qué se siente,
cómo se vive y hasta dónde se ama en realidad.

¿Acaso puedes venir ahora?
Sólo quiero saber cómo, con eso me basta…
Por ahora...

Es que si te bastara el silencio
y te sobrara el arte de robarme el habla,
con tus besos, como con tus palabras disfrazadas,
donde se encuentre tu mirada,
me encontrarías sin siquiera desearlo...

Puede ser demasiado el tiempo sin mi voz
entre tu sueño y tu miedo de no pertenecernos,
pero lo que yo te ofrezco
¿cómo te lo pido de vuelta?
si estoy sufriendo por vivirte
sin poder entre mis brazos tomarte...

http://laisladelosjuguetesdescompuestos.blogspot.com/

viernes, 24 de enero de 2014

Expectador

Dos sombras se exponen,
al fondo se quedan,
de a poco se acercan
y quererse pretenden.

El faro que ilumina,
temeroso acecha la escena:
ella atada cual cadena
y él con abrazos de esquina.

Yo los tengo a la vista,
de casualidad me los encuentro;
entonces la nostalgia se adentró
por aquel desamor que lejos ya dista.

Por aquellos dos ajenos sin aprecio,
la agonía en mí, cede,
mientras en ellos un beso quede
yo maldeciré a este corazón necio.

Me marcho porque quiero quedarme,
me aparto porque soy débil,
y porque de seguir esa actuación fácil,
esta rabia no dejaría labios que recordarme.

miércoles, 22 de enero de 2014

Algo Por Ti

Para que me correspondas
pude reconocer en ti
siquiera algo de mí.

Cuando me preguntan,
sin negarlo,
me inquieto.

Al recordarte
lo tengo más claro,
incluso sin tenerte a mi lado.

Es que aún siento algo
que te reclama mía
sin poder ser tuyo.

Yo siento algo por ti,
que me advierte siempre dolor
en la desesperación de tenerte.

Esto es algo mío,
sin ser nuestro,
que vive sólo por ti.

Algo para ti,
que pide volverse a sentir,
algo de ti.

sábado, 18 de enero de 2014

Adiós Abreviado

¿Y qué le queda a tu vida cuando me despido?
quizá el sabor sin calor de susurros en los labios,
la humedad del día sin siquiera un "te quiero",
o sólo la aventura de vivir atada a tu placer.

¿Entonces qué le queda a tu vida cuando me despido?
Un error pronosticado a ser lo que somos tal vez,
el malgastado tiempo a través de ventanas y retratos,
o el breve sueño plácido que de golpe se hubo detenido.

viernes, 17 de enero de 2014

Fragmentos

Por si acaso algo de tu dulzura se suelta,
no pongas importancia al eco de mis manos,
tan sedientas de alcanzar las sobras de tu encanto.

domingo, 12 de enero de 2014

Arácnidos Mentirosos

Fue desde pequeña que Silvia conoció y se cuidó de aquellas ocho patitas, que según ella, siempre habitaban en un rincón alejado bailando sobre telas blancas. Tenía más claro que el agua sus agudos conocimientos de exterminio por su experiencia, pero le reproducía un terrible asco tener que saber lo que otros sabían de arañas, quizá para sentirse segura para sí misma pensando que no existían tantas como se mencionaba, o la sencilla y apasionada fobia le impedía verlas en ampliadas fotos con datos científicos, porque, qué podría tener de científico un insecto destinado a clavar sus colmillos en vidas humanas.

También fue ese temor instintivo e improvisado lo que le llevó a conocer a su esposo como tal, Adrián. Del mencionado encuentro con Adrián, rescata con sus amistades, que no fue más que la obsesiva pasión extendida como red en aquella oficina, de su entonces jefe. El show fue acrobático, y de no ser por Adrián, Silvia hubiera conocido de bruces el final de su maniobra, cuando al presentarse para hablar del mal récord de ventas que llevaba el departamento y cuanta porquería financiera se encerraba en medio de aquellos papeles resaltados con números rojos, se detuvo en silencio para asomarse a la telaraña que alojaba presas y sobre todo, al cazador en pleno movimiento arácnido y repulsivo. De puntillas, sin zapatos de un momento a otro, salto sobre el estante, un seco asesto contra la residencia del arácnido y los brazos de Adrián apenas previos al suelo, después de eso... boda y dos hijos.

Había conocido otras plagas, por supuesto que sabía bien de la existencia de ratones, cucarachas y alacranes, de sus nidos y de su modus vivendi, en casas y en exteriores, enjambres que adornan las ventanas, del escurridizo mapache noctámbulo y de la serpiente que llegó al jardín cuando ensimismada en la rutina recortaba su rosal. Pero de eso, nada le perturbaba tanto como aquella manifestación de boca de tijera, entre ocho columnas delgadas y lúgubres en aspecto de acecho, a veces rápida y reptante entre rincones, desafiando la gravedad, otras veces estática, lenta, paciente a quién sabe qué. Desde niña las apreció y aborreció, su instinto le dictaba erradicarlas y sobre todo alejarlas de sus telarañas, como si eso les quitara la vida con más efectividad que un apretón de suela de zapato.

La vida se cansa, le jugó una broma, una terrible al no querer enterarse más de lo que experimentaba ella misma con las arañas, prefería animarse con su realidad, pensar que era verdad lo que ella quería que fuera verdad, pensar que esos detestables animales de mortal vitalidad, sólo eran reales en sus telas o cerca de ellas, una triste irrealidad de mentiras que se llevó hasta el último día que existió.

Y ese día, no tardó, era una madre joven aún; adormecida en sus quehaceres, Silvia dejó ir a sus hijos y esposo como cualquier otra mañana. Se asomó al jardín para limpiarlo en la rutina que se asignaba y en el extremo de la cerca vio una araña. Esta vez detuvo con atención su mirada, sus pasos fueron secos y lentos como para no dejarla ir, ésta era más singular, nunca la reconoció en sus recuerdos, no la vio existir. Su cotidianidad de hacer pedazos sus cuatro pares de patas sobre el abdomen empezaba a maquinarse, aunque con más cautela que otras veces.

La impresión fue ingrata, no encontró una sola telaraña cerca de aquel infeliz visitante. Se la imaginó saltando de su sitio, pero no pasó nada en aquella proximidad. Escudriñó más tranquila, buscó hasta en la entrada de la casa, y por sobre la cerca del vecino sin detectar telaraña alguna. El morbo tomó lugar del pánico al ver que mientras ella se movilizó por todo el lugar, la pequeña criatura no había cambiado su posición ni un poco. Tan negra y tan simple, se la imaginó muerta ya, tanto mejor que un médico delegando un acta de defunción.

Más impaciente que decidida dirigió la mano al abdomen ovalado de la trepadora inerte, luego de pensar si iba por un frasco o la tumbaba inmediatamente a golpes. Adivinó entonces su muerte el insecto y se relajó como lo hubiera hecho otro por instinto de sobrevivir. Ante el gozo estético que le brindaba el tatuaje rojo que veía, recubriendo el negro trasfondo, se paralizó más de deleite que de miedo, porque la pensó muerta quizá y no sabía de aquella letal arma de la naturaleza que recogió sin pensar en veneno como con otras. Sin saberlo fue una picadura en su palma la que se llevó su alma. Mientras ella admiraba al inmutable insecto, que permanecía estático, a la visión de quien no tardaba en morir sin saberlo. Porque siempre escapó de conocer lo que debía de ésta y ahora el inoportuno viento le propinó el fin que le demostraba su error, evadiendo saber sobre el reloj de arena que su existencia nubló.

El Miedo De Un Hombre

El temor desgarra mis pensamientos,
me invade su voz,
me usurpa con la mirada tanto
que me siento víctima,
siento que juega con fines de herirme
y ni siquiera tengo claro quién es o qué quiere.

Ha de buscar en mí defectos,
ha de quererme de forma egoísta,
me debe admirar en secreto y
pretende con mimos y caricias suaves perversiones.

A un hombre cuando se le enamora,
se le impiden los malos tratos,
la caballerosidad aflora como agua del hielo
y es vulnerable de palabras...
¡Teme! y se deja enredar de sentimiento.

Cuando decae la conciencia
esa sutileza femenina se queda impregnada,
apenas se despierta el gusto de verla
y un beso se atraviesa por la cabeza.

Si yo quisiera ser herido,
así como se abate el prado por el viento,
desearía que fuera ella
para provocarme con su encanto,
quizá el temor de atreverme más,
quizá el placer de volverme a destrozar.

En sus manos dejaría el intento
de sentirme el dulce sustento de su piel,
a lo mejor permita todo de ella
aunque el final lo anticipe en dolor más que en amor,
tal y como se acaba la felicidad
que antes se me prometió en otra ocasión.

Apenas atento a mi lastimoso final,
agresivo de apetito por esta mujer,
olvidando que ya antes me han dejado morir,
instintivo al cariño que estoy dejando que me otorgue
y hombre, porque cometeré pronto algún error,
espero que esta vez
ella se quede más al fondo de mi pasión...

Podría ser una hermosa daga a mi ilusión
o un retazo de espejismo a mi corazón,
incluso el libro que me tome por su autor,
pero esta fobia de no aprender a querer,
que no quiere cura (o no la tiene),
sólo de ella se quiere alimentar.

miércoles, 8 de enero de 2014

Fijada

Fija el aura matinal de tu ventana,
fija estaba tu asolada mirada,
fija en llanto por mi espera,
fija amando a quien te queda.

Perder Lo Que Tenía De Ti

Permití que se asomara
entre sueños y caricias,
tan cerca y bella tu cara,
tan tuyas esas malicias,
lo dejé en tus manos todo
me percaté del tiempo poco,
arrebataste con tu modo
hasta la sombra que me tocó;
yo te perdía más al despertar,
aunque nada percibía del día nuevo
que entre la ventana empezó a llegar;
al fin el astro pronto se elevó:
tu mejor intentó aún lo puedo recordar,
fuiste mía hasta que el sol te relevó.

martes, 7 de enero de 2014

Intensión Del Espejo

Detrás de cada espejo,
sólo nos queda el placer
de querer vernos
como deseamos,
con quien nos apasionamos,
donde el alma nos seduce
y para distraernos
del miedo a la realidad.