domingo, 12 de enero de 2014

El Miedo De Un Hombre

El temor desgarra mis pensamientos,
me invade su voz,
me usurpa con la mirada tanto
que me siento víctima,
siento que juega con fines de herirme
y ni siquiera tengo claro quién es o qué quiere.

Ha de buscar en mí defectos,
ha de quererme de forma egoísta,
me debe admirar en secreto y
pretende con mimos y caricias suaves perversiones.

A un hombre cuando se le enamora,
se le impiden los malos tratos,
la caballerosidad aflora como agua del hielo
y es vulnerable de palabras...
¡Teme! y se deja enredar de sentimiento.

Cuando decae la conciencia
esa sutileza femenina se queda impregnada,
apenas se despierta el gusto de verla
y un beso se atraviesa por la cabeza.

Si yo quisiera ser herido,
así como se abate el prado por el viento,
desearía que fuera ella
para provocarme con su encanto,
quizá el temor de atreverme más,
quizá el placer de volverme a destrozar.

En sus manos dejaría el intento
de sentirme el dulce sustento de su piel,
a lo mejor permita todo de ella
aunque el final lo anticipe en dolor más que en amor,
tal y como se acaba la felicidad
que antes se me prometió en otra ocasión.

Apenas atento a mi lastimoso final,
agresivo de apetito por esta mujer,
olvidando que ya antes me han dejado morir,
instintivo al cariño que estoy dejando que me otorgue
y hombre, porque cometeré pronto algún error,
espero que esta vez
ella se quede más al fondo de mi pasión...

Podría ser una hermosa daga a mi ilusión
o un retazo de espejismo a mi corazón,
incluso el libro que me tome por su autor,
pero esta fobia de no aprender a querer,
que no quiere cura (o no la tiene),
sólo de ella se quiere alimentar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario