Cuando vuelves sobre tus huellas
esas taciturnas frases,
tan febriles de capricho,
valientes por nada haber perdido
y desdobladas de niñez curiosa,
me despiertan los sentidos
y se encienden mis latidos.
Si también volvieras hacia mí
tus ojitos sin cariño,
aunque fuera un segundo
o tus besos muy en mudo,
sería mejor tu retorno.
Pero en vela de un anhelo,
me conmuevo y me alegro
con que puedas tú quizá
acudir a descansar,
tu más líquido ser
sobre la cama de tu hogar.
No pongo pretextos ni más texto
al regreso de tu aroma,
porque cuando te tuve mía
te dejé casi muerta por cautiva.
Ahora que ya eres entera dama
has dado forma nueva
al mundo que te rodea
y yo me hice un simple mendigo
de la pureza de tu presencia.
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