I
"Vamos por un helado",
me decía,
yo me viciaba entre azúcares blandas,
pero lloraba con necedad.
"Llevame a un motel y se te olvida",
sugería con apasionado eufemismo,
yo me venía,
pero nada hablaba después.
"Solo un par de litros o una oferta",
así de fácil me convencían,
yo me emborrachaba,
pero estaba siempre irreconocible de mí.
II
Confieso que a la memoria nada la supera,
todos tragamos la sal de recuerdos malhabidos,
malqueridos y malditos por inoportunos.
No es posible siempre superar la realidad
con el silencio, los amigos y las recetas,
al son de música triste,
con sexo casual, caminatas largas y ficción,
ni con helado, polvos, tachas y guaros
la vida se traga sin masticar amargo...
Dejé de creer en los recursos bíblicos
y, hasta escucharme gritar, la soledad me dejó,
pero estoy dispuesto a otras curas probar,
hora tras hora, sabiendo que de nada servirán.
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