Somos un divorcio, cariño.
Somos un manojo de besos mutilados,
cómplices y acrónimos emparejados,
un eclipse de caricias traslapadas y perpendiculares.
Sí, un divorcio,
de esos a medias y remendados,
negados
entre miradas torturadas de cruel espera.
Somos divorcio,
uno de bienes mancomunados,
divorcio de distancias,
de llamadas deprisa colgadas.
Somos el divorcio sacado de un cajón llamado memoria.
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