Cuando tomo asiento
y debo hablar con otros rostros,
esos amigos y no tan amigos,
terminan todos preguntando por vos.
Por supuesto,
yo les he hablado de vos
y de cómo sos,
cerveza o café en mano...
Y vos sabés que muchos de ellos
se saben de memoria mi discurso
de cuando hablo de tu sabor,
de tus gustos en la cama,
de cuando hay flores
y de cuando me ausento a lo lejos.
Pero vos decime,
si acaso sabemos del amor
solo por los ojos,
entre cartas de papel a mano,
rosáceos atardeceres
y discusiones con besos repelidos.
Lo que yo sé de vos
no está en tinta,
tampoco en inmutable piedra...
Cuando de veras hablo de vos,
en esas raras veces
en las que debo dar explicaciones,
lo hago a solas...
con una única certeza:
¡para no desgastarte vida
ni compartirte con nadie más
que el sonido de mi llanto y mi voz!
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