domingo, 22 de noviembre de 2020

El megaterio despertando al fin

I

Y hubo veces que la soñé,
sí... la soñé...

En esas veces,
muchas fueron las oportunidades
que tuvimos
para ser verdaderamente felices...
Hasta que llegó el hartazgo.

II

Mi terruño malgobernado
por amantes de lo ilícito,
pretenciosos hijos de un lujo ajeno,
también hijos de militares,
hijos de criollos o criollos de verdad,
hijos todos de otro lado,
¡pero todos hijos de puta!
Pretenciosos y pretendidos
por el ángel negro de la corrupción.

Los que al frente del gobierno llegaban,
tenían un fin antes que nuestra gente,
todos debían llenarse bolsillos y barriga
antes que darle de comer al pueblo,
antes que educar al pueblo,
antes que sanar al pueblo,
antes que cuidar al pueblo...
Antes que mi pueblo...
Todo primero,
antes que nuestra gente.

III

Siempre fueron de fácil acceso
las componendas,
los arreglos,
los compadrazgos,
las compra-ventas,
las deudas.
Las oportunidades de saqueo venían bien,
la política y el sinsentido adquisitivo,
respectivamente,
la primera sobre la lengua,
el segundo bajo la constitución.

Tierra de pocos,
dignidad para todos,
el narco ocupando candidaturas,
el juez dejando correr violencia,
el hijo de puta de siempre cada cuatro añitos.

IV

Mi vecino no vivió para contarlo,
mi padre y mi hermano tampoco,
ni mi mejor amiga,
ni su familia,
ni el que fuera campesino,
ni quien pensara como nosotros...
Por supuesto, yo tampoco...
Pero no alcanzaron a salir ilesos
ni limpios
ni vivos,
los que cagaron en nuestra democracia,
¡extinguimos a todos los de arriba!

La única sangre cálida que permeó perenne
y consiguió llegar hasta el nido del pájaro serpiente,
fue la nuestra.

Para entonces, ya era mi país un megaterio despertando.
Lento sí, pero grande y despertando
sobre lagartos rastreros...
¡Porque una nación que siempre tuvo mucho,
mereció siempre mucho!

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