El reparador de versos vive entre nos,
te ha desmentido los dulces tópicos rutinarios
y se ha vuelto sentimentalmente cálido.
Cuando invita a una reunión de dos
ya sabes que es un grito lujurioso de emoción
el que está por inventarse en silencio.
Se desviste el orgullo para complacerte
y cuando se siente acorralado a veces
se defiende con palabras poco célebres.
Su dedicación por todo lo que eres
excede en toda su persona, se le ve,
hay amor en cada sílaba que se le lee.
Cuando la ventana de la irrealidad asoma
no hay mejores manos que las del reparador
para conjurar un suspiro con caricias como drogas.
Pero cuanta rima encierre su asonante amor
no te asegura dejar ver que de alguna forma
ese versificador eres tú y jamás he sido yo.
Cuando la ventana de la irrealidad asoma
no hay mejores manos que las del reparador
para conjurar un suspiro con caricias como drogas.
Pero cuanta rima encierre su asonante amor
no te asegura dejar ver que de alguna forma
ese versificador eres tú y jamás he sido yo.
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