martes, 24 de noviembre de 2020

Himno des-nacional

¡Guatemala infeliz que en tus aras
se ensangrienta feroz el verdugo!
Buscas cobardes que coman sin yugo​
y tiranos que orinen tu faz.

Sin mañana y sin suelo sagrado
nos profana invasión extranjera,
hay tinta sangre en miedosa bandera,
de mortaja a todos servirá.

Nuestros padres lucharon un día,
inculpados con remordimiento,
te arrancaron de un potro hambriento
y te alzaron trono con dolor.

Que dé la patria enérgico acento
al crimen que nos hunde al terror.

Es tu enseña un retazo de cielo
entre nubes de burlada albura.

Hoy tus hijos valientes y altivos
vemos gozo en la ruda pelea
y el torrente de sangre que humea
de la carne al vibrante chocar.

¡Ojalá ya no maten su vuelo
ni la CIA ni la política nacional,
y su cara levante sin miedos,
Guatemala, tu historia es fatal!

domingo, 22 de noviembre de 2020

El megaterio despertando al fin

I

Y hubo veces que la soñé,
sí... la soñé...

En esas veces,
muchas fueron las oportunidades
que tuvimos
para ser verdaderamente felices...
Hasta que llegó el hartazgo.

II

Mi terruño malgobernado
por amantes de lo ilícito,
pretenciosos hijos de un lujo ajeno,
también hijos de militares,
hijos de criollos o criollos de verdad,
hijos todos de otro lado,
¡pero todos hijos de puta!
Pretenciosos y pretendidos
por el ángel negro de la corrupción.

Los que al frente del gobierno llegaban,
tenían un fin antes que nuestra gente,
todos debían llenarse bolsillos y barriga
antes que darle de comer al pueblo,
antes que educar al pueblo,
antes que sanar al pueblo,
antes que cuidar al pueblo...
Antes que mi pueblo...
Todo primero,
antes que nuestra gente.

III

Siempre fueron de fácil acceso
las componendas,
los arreglos,
los compadrazgos,
las compra-ventas,
las deudas.
Las oportunidades de saqueo venían bien,
la política y el sinsentido adquisitivo,
respectivamente,
la primera sobre la lengua,
el segundo bajo la constitución.

Tierra de pocos,
dignidad para todos,
el narco ocupando candidaturas,
el juez dejando correr violencia,
el hijo de puta de siempre cada cuatro añitos.

IV

Mi vecino no vivió para contarlo,
mi padre y mi hermano tampoco,
ni mi mejor amiga,
ni su familia,
ni el que fuera campesino,
ni quien pensara como nosotros...
Por supuesto, yo tampoco...
Pero no alcanzaron a salir ilesos
ni limpios
ni vivos,
los que cagaron en nuestra democracia,
¡extinguimos a todos los de arriba!

La única sangre cálida que permeó perenne
y consiguió llegar hasta el nido del pájaro serpiente,
fue la nuestra.

Para entonces, ya era mi país un megaterio despertando.
Lento sí, pero grande y despertando
sobre lagartos rastreros...
¡Porque una nación que siempre tuvo mucho,
mereció siempre mucho!

domingo, 1 de noviembre de 2020

La excusa

En tus ojos hay otoño,
en los míos, desde el trópico,
solo otro noviembre despejado;
aún salvando esas distancias,
pensarte es esperar del viento un olvido,
algún sueño llovido de consuelo,
algo o alguien más que me pregunte por ti.

La jungla de aromas,
los rezos gritones,
los ritos aburridos,
la magia de luna,
las misas sin iglesia,
el descuido generalizado,
las puertas de un panteón de memorias,
los candados mentales,
las compañías familiares,
las vergüenzas de equivocarme nombrándote...
la soledad...

Al final de tanto recuento
de sangre y miedo,
la realidad me prevé de los colmillos del tiempo:
porque no fue un virus lo que te llevó,
no es la muerte sueño o pesadilla eterna,
la única verdad que cabe mencionar
es que fuiste un sorbo que me ahoga lentamente,
por capricho tal vez,
por remordimiento quizá,
por culpa tal vez,
por duelo quizá,
por rabia tal vez,
por lástima quizá,
porque sí... sí... siempre, sí...

Nos veremos en otra vida permeable,
a través de otros otoños
y otros ojos
que puede que no sean ojos;
socavando bravas palabras
ya sin cuestionarnos nada,
amando... solo amando.

sábado, 31 de octubre de 2020

Trascender

Querer partir sin decir adiós
en alguna lengua
debiera ser argot para el amor:
lo debe contar una memoria,
quizá los libros
o quizá la vida
        llegando al final
        te lo pueda susurrar...

Como secreto bien guardado
o como recompensa por molestar poco al prójimo,
la respuesta al sueño eterno
debe ser la quietud de la lástima,
aún en el dolor de roles transfigurados,
        la nicotina en extinción
        como último recurso.

Pero tengo claro que de las teorías más hermosas,
la mejor es la de la genética,
porque aguarda y teme y,
        sobre todo
        lo bueno y lo malo,
nos deja la lección de enfrentarnos menos solos
a la trascendencia.

lunes, 5 de octubre de 2020

Una mancha en la pared

Me encontraba en una de las mejores etapas de mi vida, aunque nunca llegué a sentirme amante de los lujos. Mi carrera de ingeniero apenas iniciaba, yo era todo un recién graduado; bien recuerdo que para ese entonces el único precio de mi éxito fue la pérdida de la mayoría de mis relaciones interpersonales: amigos, familiares cercanos y, de paso los lejanos, ahora estaban más lejos. A decir verdad, tenía muchos nuevos compañeros de trabajo en aquel tiempo, pero ninguno siquiera me llamaba por mi nombre, solo por mi apellido y, quisiera pensar que era por respeto y no por no saber nada de mí. Y de pareja, mejor ni hablar, que al respecto solo recuerdo bien que todas mis exparejas, seguían siendo eso, 'ex'.

La casa que solicité ver, aquella residencia de mis caprichos, con las comodidades mundanas del día a día, era una casa diseñada para demostrar independencia y virilidad a quien se acercara. Una trampa de dormitorios y salones de un solo nivel, la que me cobijaría solo por el gusto de mantenerme más cerca de mi área de labores. Esa casa toda estática en su sobria cara frontal, pero con el "aleph" arquitectónico de sus cimientos en su interior, fue la fortaleza que me hizo quien hasta hoy fui...

De aquella rareza construida entre la arboleda encallejonada de la carretera principal, conservo en la memoria cada espacio vacío, cada medida entre mueble y mueble, el olor a resina de pino cerca de las ventanas abiertas, la textura de sus pisos de cerámica a sobre uso y, sobre todo, el color de cada pared. Apenas destacaban otras cosas a mi vista por la perturbada fortuna que había vivido, pero la mancha en la pared que, según mi agente de bienes raíces, decoraba la habitación principal, se robaba en su mayoría mi atención. No eran las telarañas en el alto rincón del techado, ni las baldosas grises entremezcladas que doblegaban la belleza de los baños impecables en blanco, solo una diferida muestra del poder del cosmos asomándose en forma de mancha.

-Es una mancha pequeña -me sugestionaba a mí mismo cuando por las mañanas la veía como vigilante de mi sueño. Sentía esa necesidad constante de sugerirme que no crecía día con día. Pensé que era de un color que pudiera asociar con la humedad de la casa en el área, pero no funcionó mi teoría porque entre veranos e inviernos permanecía y mutaba su color y forma según fuera el caso.

Algo de vivo había en ella que, incluso con las visitas esporádicas, nadie se iba ajeno de comentar sobre ella, sobre lo que fuera que la causara o sobre lo que parecía causar por detenerse frente a ella. Tenía a este residente para mi consuelo, porque cuando me desvelaba algún proyecto que llevaba a mi casa desde la oficina, recubría mi espalda, expectante, casi como mi sombra.

Comencé a notar que era demasiado el tiempo que le compartía en solitario a la mancha de la habitación, y debió ser propicio que, para ese momento, me moría de sueño y cansancio sobrado. Mi cuerpo en reposo pedía auxilio y yo seguía sin atender al síntoma. Solo sé que al ya despreocuparme de la mancha fue cuando realmente me debió preocupar más.

Por las madrugadas en que mi mente surcaba entre textos y decisiones al cálculo, me pareció claro lo que la mancha tenía preparado para el reproche. Me sentí un extranjero en el cuarto, un virus amedrentando dentro de un puro y sacro templo, solo porque la veía detenidamente. Entonces, al ver la hora transcurrida tras los diálogos en mutis con la pared noté lo mal que estaba todo, sentía esa mancha tan grande como densa y mi piel erizada por un miedo inocente que me recordaba al que de niño me provocaba la oscuridad. La reacción más espeluznante fue sentir casi un alma humana respirando a través de ese muro, en esa ocasión quedé cautivado al ver las agujas del reloj en mi muñeca, me indicaban que estuve contemplando ese lienzo por más de cuatro horas consecutivas, yo apenas percibí que solo había perdido la concentración por unos pocos minutos.

Cierta ocasión hubo en que, animado por mi periodo de vacaciones, me sentí revitalizado, le di vueltas al asunto de la pared con cierto escepticismo y tuve que dejar de lado las dudas para buscar la razón de ser de esa anomalía arquitectónica. Busqué en el exterior el lado opuesto al que se suponía que debía dar la mancha, barrené profundo convencido en que la broca de concreto me daría indicios, pero no fue así, solo me entraron mayores dudas, parecía existir un hueco entre la construcción del exterior y el interior que daba a mi alcoba. Lamento confesar que fue cosa de un día todo ese ímpetu debido a que a la mañana siguiente con piocha en mano busqué el agujero barrenado de la tarde anterior y hallé intacta el área completa. De llamar a la compañía de bienes raíces o al dueño original, a quién le amortizaba aún las cuotas, nadie me iba a creer lo sucedido. Decidí deprimirme de nuevo, aceptando entre confusiones y suposiciones que algo no iba bien.

El resto apenas tuvo importancia. Primero creí más correcto separar el estudio de mi cuarto, así que me llevé libros y escritorio con luces fuertes al garaje que tenía desocupado para reuniones de jardín eventuales, esto dio espacio a dejar despejada en su totalidad toda la pared. Luego, decidí que lo mejor era dormir en el cuarto aledaño que era el de huéspedes, quizá más pequeño, pero me brindaba una paz que añoraba desde meses atrás. A la vez, le empecé a mostrar un religioso respeto a aquella pared cuando asomaba por ahí, como si existiera compañía para mí que al mismo tiempo repudiara tener que encontrar.

Aquella cosa se quedó sola en la habitación y si alguno preguntaba por 'eso' empecé a sostener que era un lugar para mis vocaciones artísticas, pero no dejaba que nadie entrara ahí; así la mancha, la concurrencia y yo aprendimos a guardar metros de distancia. Y jamás me gané la confianza ni la comodidad de cerrar la puerta, me sentía extorsionado al no mantenerle bien ventilado, la angustia era peor al tratar de conciliar el sueño sin estar seguro de que le dejaba de par en par la ventana y la puerta. A veces llovía, pero el agua no entraba ahí, así que comencé a reflexionar si la misma naturaleza evitaba relacionarse con aquello y qué razones había para esto.

Mi mente jugó a que, si le daba esta marcada sensación de vacío a la pared, la humedad o lo que fuera se iría desvaneciendo, no obstante, jamás vi que se redujera. Con el tiempo la empresa en la que laboraba decidió darme oportunidad en otro departamento, oportunamente cerca de mi antiguo hogar y de la gente que ya había dejado de frecuentar por más de año y meses.

Y no quisiera recordar más cómo era pasar la noche en ese lugar; por último, tenía pesadillas donde esa mancha reaparecía de a poco en la pared que tuviera más cerca. Me volví un paranoico con el asunto de crear salidas imaginarias a mi vista de ese espectro sin forma ni dimensión. Incluso el día que hice las maletas para la mudanza, aproveché para asegurarme de que esa habitación fuera la última en desocuparse (ya que empecé a dejar velas altas de cera frente a ‘eso’ como devoto fiel) y que fuera la última que pudiera ver al desnudo, fue incluso un alivio físico el que percibí al lograr salirme de aquel cuarto sin atreverme a darle mi espalda y con la cabeza un poco agachada, por reverencia y olvido tal vez, ahora creo que fue por miedo en el estado más puro.

El desembolso económico de aquella hazaña lo pude sortear con mi nuevo salario y gracias a mis estrategias de vida en solitario. Me convencía a diario que quienes estuvieron desinteresados y lejos de mí en aquel tiempo no merecían mi aprecio ni mis consideraciones, astucia que me permitió no gastar mucho en reuniones con familia, amigos o mujeres.

Con el pasar de los meses, me enteré que el primer dueño decidió tirar abajo la casa de aquella arboleda, construiría un nuevo complejo habitacional sobre las ruinas. Así que al saber de la noticia me sentí enfermo de nostalgia y viajé a las afueras de la ciudad solo para encontrar los restos de ripio con salvaje inexpresión. Preferí cuidar mis pasos sobre los escombros como recreando un modelo matemático de la posición original de cada ladrillo y block, admirando con mi vista las formas rebeldes del metal enrevesado de los antiguos balcones y cimientos. Hoy ahí estaba yo...

Me sentí parte importante de lo que ahí descansaba, hasta que de pronto me invadió la necesidad de curiosear por donde se suponía que estaba la mancha en la pared de la habitación. Volví a recobrar un aliento de ansiedad por conocer la verdad detrás de ese peculiar espectro, sentirlo a mi merced, como un coloso mitológico vencido por la gracia infantil de la inocencia.

Y entonces, tras unos minutos de exhaustiva búsqueda, ahí estaba, dándome la cara, esa mancha que tantas veces me imaginé más grande, ahora reducida a un trozo de empolvado retazo, entero, pero vencido ante la gravedad del mundo. Sentí de pronto caer el telón de la noche aun llegando yo antes del crepúsculo. Tersa a mi impulso de voltearla, la mancha era la que pululaba de miedo ahora, sabía que ella me reconocía ahora. Mi curiosidad pedía a gritos que le diera la vuelta para saber lo que era en realidad, pero al hacerlo, fue la realidad la que me golpeó. Y de pronto ya era de día y yo ya no estaba ahí.

miércoles, 30 de septiembre de 2020

Los caminantes

 “Trust your heart if the seas catch fire, live by love though the stars walk backward.”
e.e.cummings.

Piruetas de paca para encontrarse unos buenos Nike o Adidas. A medio uso, son fáciles de hallar a buen costo. Los Puma van bien para las caminatas largas y los Vans para el tráfico de la ciudad (incluso por aquello de los conciertos en viernes en la noche). Con el ruido y la mugre contrastan unos buenos Cat (me veo en la necesidad de aconsejar). Todos se usan y reúsan. Los Jordan van bien para el básquet y los ejercicios, pero ¿qué hay de las actividades que requieren mayor esfuerzo? Para matar o enamorarse nadie te va a recomendar marca o estilo. Yo quiero hacer un recordatorio, porque hubo vez que me contaron sobre esta anécdota (nuevamente la necesidad de mencionar lo que no debería)...

Bajo el arco de las estrellas gélidas de una madrugada triste, como las de abril o junio, iba una familia bajo el techo de los árboles avanzando a trote lento en la vereda. Fue una noche sin lluvia el preludio, pero por muy seco que hubieran deseado recorrer el camino, el rocío fue inminente, como inminente iba a ser el amanecer. El coro de variedad de aves desde lo alto de esos ramajes, contrastaba con la uniformidad de marca que llevaban en sus ropas y zapatos nuestros protagonistas. Sus pachones bien llenos y sus cordones bien atados presagiaban una experiencia como las acostumbradas: una excursión típica de familia citadina al campo abierto, entregados al aire libre y sus maravillas sin concreto.

A unos trescientos metros existían pisadas más cansadas, cuerpos más lejanos, gente que parecía de avance ligero a pesar de lo lento de sus siluetas. Dicha familia avanzaba cada vez más alterada en la oscurana, con el lodo acumulándose más y más en sus suelas y el ánimo cada vez más borroso por encontrarse con la foto que los premiara en algún certamen, de esos que se hacen en la ciudad.

Se asustaron los dos mayores (los progenitores), al ver cada vez más próximas las formas humanas de un grupo que los parecía triplicar en número, quienes sin apariencia de cansancio ni falta de ritmo se mezclaban mejor en el ritmo del bosque. Susurraron y prefirieron continuar, solo advirtiéndose el uno al otro con la mirada, resguardando a sus tres hijos delante y sugiriendo no voltear a ver ni preguntar.

¿Quién aparte de ellos podría andar a esas horas tempranas entre la maleza y aquellas tierras dignas de un bellísimo y selvático páramo extraviado de la civilización?

Tras el avance y unos quince minutos de marcha, se vieron alcanzados por escasos pasos y como es fiel tradición citadina tener temor al paso que se aproxima tanto en espacios pequeños, se tomaron de la mano todos y se pegaron a los troncos de la derecha. Rezaban mentalmente por que no se detuvieran aquellos espesos pasos que siempre les parecieron conocer mejor el área. Y así fue.

El grupo que les dio alcance iba uniformado también, ni titubearon ni se detuvieron junto a la pequeña familia citadina. Junto a su proximidad y rebaso por la izquierda llegó la salida del sol. Quienes les parecían asediar tenían rostros asediados, cansados, heridos, avergonzados. Sus trajes característicos constaban de atuendos multicolor y ordenados en trazos lineales y serpentinos, además, llevaban consigo unos caites de cuero y caucho que parecían levitar sobre el fango y las raíces, muy ligeros y casi sin mancha. A esta multitud le acompañaba una cantidad de murmuraciones en un idioma que era como piedritas desprendiéndose en una ladera. Los protagonistas empezaron a hacer más cortos sus pasos, observándolos cada vez más con mayor detenimiento, poniendo especial atención a los detalles que llevaban consigo.

La foto que consiguió aquella familia valió el susto de la persecución paranoica en aquella madrugada. Dentro de un marco muy bonito, dorado y estilizado de formas barrocas, se veía el desplazamiento de esa otra y numerosa familia indígena, llevando entre varios dos féretros de niño, la luz y el enfoque del amanecer permeaban entre los ramajes verdes y contrastaban perfectamente con los coloridos trajes de la región que usaban, sin embargo, resaltaba aquel andar de caites brevísimos al trote, a un paso tan suave que no arrastraban grava, solo dolor, como el de sus rostros cabizbajos, excepto por el de un señor con sombrero, quien lloraba frente al lente silenciosamente, en el plano más próximo por la izquierda. No entendían mucho de fotografía ni de lo que realmente ocurría en el momento en que sacaron la foto, pero estaban participando ya.

El padre de familia se llevó consigo el cheque del premio ganador y festejaron con una comida rápida en casa. Mientras tanto, en ese instante, el padre de familia que se robaba el primer plano de la foto, el único que no bajaba la mirada contra el obturador, perdía su último aliento; yaciendo, se iba recordando del día camino al entierro de sus dos hijos más pequeños, y que estaba por pedir respeto a un grupo de curiosos que arrojaban luces desde su cámara al verlos andar, se acordó que iba a mover sus labios, pero estaba seguro que aquellos no le entenderían, ni su idioma ni su dolor, un dolor más profundo que el que se lo llevaba ahora junto a sus hijos.

Canción sabinezca para noches sin vos

(Entrada cutre de cuerdas en distorsionado semitono
de autotune noventerísimo…
y empieza tras de sí
el fondo mecanizado de sonidos pregrabados sobreutilizados)

Yo con vos,
pero vos con nadie,
yo por vos,
pero vos por nadie…
en la Madrid,
la Madrid sin plaza,
la Madrid de media calle
que se cruza frente mi casa.
 
En esta mestiza urbe
latinoamericanizada a fuerza,
a fuerza de asfalto bachado,
de bache finamente enlazado
con catedrales rematadas
al fondo de calles
tan necesitadas y ausentadas
de aceras,
raíces fieras,
peleas de cantina.
¡Ahí, ahí mero!
 
Yo con vos,
pero vos con nadie,
yo por vos,
pero vos por nadie.
En el oxímoron ontológico
de vida bohemia,
con cerveza a la mano
y grasa de cacao
afuera, por los labios.
 
Clandestina feria de humo
al darte luna de miel
sin mí, en esa banquita,
en esa pileta de piedra,
como cortejo de antaño
entre tu gente
y mi humilde origen obrero.
 
¿Vos por qué?
¿Vos por quién?
Si vos conmigo
de verdad fuiste feliz,
vos la luz de mi candela
al frente de mi puerta
fueras la estelar actriz.
 
Pero sos revista,
mujer etérea,
pedacito de crema
escondida en la nevera.
Hoy por vos,
y vos por nadie,
pero a tu salud,
“¡Saluuuud!”,
gritamos los que audicionamos
por tus piernas.
 
(Flamenco desgastado y de mal gusto
con las guitarras descompuestas a lo pop austero
en tonos más altos,
y en tonos más bajos,
unos sampleos posmodernos de trap,
o mejor solo los sampleos,
feo, eos… de esos.)
 
Y yo por vos,
pero vos por nadie,
mientras voy con vos
y vos sin mí,
yo llevándote en el anda
de mi alma,
y vos llevándote
por la nada
y para nada
las pedradas aquellas
que acariciaron tu ventana
al mariachi encanto
de una serenata
como la de ayer de madrugada.
 
Yo con vos,
en mi madrileña calle
muriéndonos de hambre…
cayendo y sufriendo
por los baches, solos y ebrios…
vos olvidándote de todo
días después, despreciando mi invitación…
Yo por vos,
en nuevo look,
pero sin vos
ni voz,
ni sueño por la bulla del concierto improvisado…
Lueguito
y de madrugada
yo en la cárcel,
sin metáfora
ni más que cantaaar…
 
¡Yo con vos,
pero vos con nadie!...
¡Yo por vos,
pero vos por nadie!...
 
(Cierre en declive,
voces de un coro que manifiesta fiesta todavía,
en palmeo
con las caricias de un teclado electropop…
o cierre abrupto,
mejor solo el cierre abrupto…
como de Bon Jovi en It’s my life,
pero como que es Arjona imitando a Sabina
o banda sonora de película de animación
con pseudo-acción al margen de un “tun tun”.)

martes, 1 de septiembre de 2020

Trampa y juicio

Para Joselyn Isamar...

Juzga sin ver,
sin tocar ni beber de más,
si soy calmo, si soy raudo.

Río interno,
caldo de tripas de humano,
hombre por género y sexo convencional,
sin posmodernidad en los artículos,
ni portador de arma sobre el alma.

Si mis miembros fueran resuelta colisión
de polvo de estrella, errados y desnudos
igual sería varón, carne y huesos como tantos
(por elección y por azar).

Sigo subestimado, preso de mi temporalidad,
de la tradición desvinculada,
del corazón de una dama,
de las cicatrices de guerra y batalla
que mal librada por mis ancestros
se ha desperdigado y tergiversado.

Soy caballero si lo quiero,
si no, solo otro loco sin caballo ni carro,
que enamora sin pedir mucho a cambio.

Resuelto y sordo
de las opiniones y el sesgado
que las minorías malpensantes ofrecen,
me privo porque lo prefiero
y me exhibo porque tengo derecho,
y si te desnudara entre estas líneas
como la musa que sos,
sería machista de sobra,
romanticista de pluma y tinta,
amanerado sin pudor,
como cualquiera,
nada me haría distinto del montón.

¡Pero siento, existo y soy un vivo,
igual te muestro,
igual me arrastro a la rima,
al caos y al orden del sexo/texto!

Me seduce el cebo bajo la trampa
de ser un deseoso
de tener hembra de la noche/mañana
a la mañana/noche que se nos permita
(per semplice piacere y gana de los dos),
sin enfermarnos más de lo que ya nos enferma
este mundo globalizado,
idealizado,
capitalizado,
degenerado
y malgobernado.

¡Qué delicioso es comernos
sin señalarnos
como dos indiferentes hijos del cinismo
que realmente somos!

sábado, 25 de julio de 2020

Hilados breves

En el tejido,
dentro del encaje que te recubre,
bajo las tersas lanas de tu piel,
hay seda,
yo lo sé,
se siente...

Entrecortado sueño de canela,
forzada y ceñida a tu incitación
y no es que me invites,
es que no me das más opciones...

Suave, pero en misterioso rito,
las palabras correctas pronunciadas,
y tú y yo, como hilos breves/etéreos,
impropios,
arrancados de tajo,
uno sobre otro,
el otro debajo,
debajo...

Cortinas de algo desnudo,
acaso sábanas,
otrora aromas cálidos.

Zumo de noche, hilados breves.

miércoles, 24 de junio de 2020

Los incendios

Era el sexo aquel
nunca como siempre,
continuas orgías de flamas
superpuestas
una sobre de otra,
alguna bajo las demás.

Eran incendios de mediodía y medianoche,
aguijones desnudos de guerra.

Fue en aquel sexo
como siempre y ojalá nunca,
la orgía perpetua de llamas
dispuestas debajo,
a veces por encima,
todas sobradas de las demás.

Fueron incendios recios y tenues,
corazas vacías desbordantes de deseo.

Sería solo sexo acaso
las ocasionales oportunidades
en el interminable calor,
todas agotadas
en el medio de los cuerpos
como gotas de sudor/llanto necesario.

martes, 18 de febrero de 2020

...Cuando Explico De Vos

Para Joselyn Isamar...

Cuando tomo asiento
y debo hablar con otros rostros,
esos amigos y no tan amigos,
terminan todos preguntando por vos.

Por supuesto,
yo les he hablado de vos
y de cómo sos,
cerveza o café en mano...

Y vos sabés que muchos de ellos
se saben de memoria mi discurso
de cuando hablo de tu sabor,
de tus gustos en la cama,
de cuando hay flores
y de cuando me ausento a lo lejos.

Pero vos decime,
si acaso sabemos del amor
solo por los ojos,
entre cartas de papel a mano,
rosáceos atardeceres
y discusiones con besos repelidos.

Lo que yo sé de vos
no está en tinta,
tampoco en inmutable piedra...

Cuando de veras hablo de vos,
en esas raras veces
en las que debo dar explicaciones,
lo hago a solas...
con una única certeza:
¡para no desgastarte vida
ni compartirte con nadie más
que el sonido de mi llanto y mi voz!

miércoles, 12 de febrero de 2020

Un Hijo De Otro Adelantado

Narración para jóvenes que se van de sus casas,
huyendo de sus familias para ordenar la cabeza
y desordenarse las hormonas.


Gerardo Samper o Geri para los amigos (tanto con pronunciación propia del yeísmo, como de la “ge”, jamás con pronunciación de "gue"). Era un chico normal hasta que aterrizó de sus vacaciones de medio año a suelo sagrado del instituto público donde cursaba su segundo básico.

El pobre Geri sabía solo lo suficiente para vivir tranquilo tras su razón de existir, era hijo de un excéntrico español que lo abandonó a él y a su madre. Estos extranjeros permanecen haciendo doble vida en paisitos como el nuestro, lejos de su casa se vuelven padres, panaderos, fuentes de ingreso, acentos curiosos, lavacarros con encanto a Hollywood en la sonrisa hedionda a guaro de días festivos y noches bien efímeras. El buen Geri tenía unos ocho o nueve añitos cuando vio por última vez al todólogo de su padre, el gallardo neoconquistador ibérico, don Gerard Samper de los Vados; buen porte el del tipo, casi le heredó su castaño claro y la buena altura, pero su arrastra sílabas catalán se le escapó a la genética, ¡puta deuda de vida, vago problema!

De la madre de Geri no había mucho por decir antes de aquella mañana. María Eugenia Santos de Samper era el estereotipo de mamá soltera, eso sí, deseada y pretendida por su conservado y perfecto estado físico. Dama joven en relación al resto de madres del instituto del Geri. Era de suponerse que los profesores del Geri fantaseaban con la mamá del chamaco, incluso más que con la entrenadora del equipo de voleibol, una peliteñida con ascendencia rusa, rumana, checa o algo así. Nunca advirtieron que todos tendrían oportunidad de hurgar el cuerpo de la señora Samper en aquel día y los que estaban por venir; porque sí, ella conservó orgullosísima siempre el apellido de casada tan ibérico y falaz, como don Gerard mismo.

Entre lo desagradable del momento, Geri Samper no se recuerda muy bien como ocurrió aquello. Tras la caminata de treinta minutos que realizaba de casa al instituto, como habitualmente pasaba, se adentró en el corredor principal, perseguido por silencios rotundos, miradas penetrantes y sonrisas picaronas que le dedicaban sus compañeros varones, como en tono de complicidad. De pronto comenzaron los murmullos femeninos, mientras lo veían de reojo y, para rematar, las risas in crecendo como nudos bien atados a la sinfonía, primero las chicas y luego los chicos.

Estalló en algún momento y corrió hasta su salón, cerrando tras de sí la puerta y entrando precipitadamente. Pocas cabezas asomaron sobre el escritorio la vista, empezó otra ola de murmullos. Su amigo de toda la vida, el buen Marcos Sepúlveda, se acercó al nomás verlo aterrorizado y encerrándose del escándalo del pasillo. Sepúlveda lo vio primero con cautelosa curiosidad, pero sabía que no tenía caso entretener más el momento.

-Anda, Samper, ya te enteraste, ¿verdad?

-¿Enterarme de qué? –La cabeza le daba vueltas mientras pronunciaba aterrorizado aquellas palabras.

-Del descuido de tu mamá. –le comentó, Sepúlveda.

-Amigo, qué mal chiste, ¿de qué va esto?, no entiendo una mierda.

-Es que… míralo mejor. –Sepúlveda le acercaba a su vez la pantalla quebrada de su teléfono móvil con una reproducción de pornografía violenta.

-¿Y esto de qué putas va? –Geri, entre molesto y curioso, seguía con la vista esa bizarra escena explícita del revolcón, un épico polvo digno de las más grandes corporaciones de pornografía con premium membership, donde no importa en qué minuto lo reproduzcas, no deja de entretenerte.

-No le vayas a dar más volumen a esa mierda, Geri… solo atento y miralo vos mismo.

A Geri Samper le sonó a orden irrevocable lo que le dijo Sepúlveda y siguió la escena por unos segundos más hasta que distinguió algo en el hombro de la actriz porno que jadeaba y sudaba por la excitación del miembro masculino que se le introducía y sacaba en un ciclo sin fin. Ese tatuaje era el mismo diseño de alas de mariposita de su mamá y… ¿quién podría ser el héroe sin condón que explícitamente le daba el polvo de su vida a la buena señora de Samper?

Con unos segundos más de silente atención (y estupefacción) reconoció el rostro a medias de su padre; las sombras producto de la iluminación en la dirección del rodaje para adultos, no eran suficientemente explícitas, pero supo reconocerlo por su cabellera castaña característica.

El Geri se quedó idiotizado, los alumnos iban entrando uno a uno a espaldas de Samper y Sepúlveda mientras estos dos se colgaban con la boca abierta del video. Sin acercarse más, Marcos le pidió el teléfono de vuelta, esperando la reacción y la cara del Geri. Sin embargo, Samper agachó la cabeza y sin ver a nadie, chocando contra todos, se fue del salón, con la cara desencajada, pero, sobre todo, avergonzado.

Iba a salir del instituto, cuando el encargado de limpieza lo detuvo en el portón. La directora lo alcanzó a tomar del brazo antes que Geri se abalanzara a la calle tras forcejear con el conserje. La autoridad máxima del establecimiento sabía bien de qué iba todo el asunto y llevaba un buen rato buscando al Geri para abordarlo en una pequeña charla de “orientación”, sin saber bien qué jodidos decirle al puberto. Ahora el conserje cerraba bajo llave el ingreso principal a sus espaldas (y con la mente puesta en el cortometraje que le habían pasado desde tempranas horas), no obstante, Geri era consciente que el portón del parqueo estaba abierto al otro lado. Entonces se dejó conducir por la directora cabizbajo, la mujer le hablaba murmurando, como en rezo somnoliento, y al primer acercamiento a la cancha que tuvieron, el muchacho salió huyendo entre las porterías y los carros. Rabioso y descompuesto, lagrimando las calles, en dirección a su casa.

Muchos asumían que era por la vergüenza, pero en realidad Geri Samper lloraba por haberse encontrado con el rostro familiar de su progenitor. El supuesto catalán, el que los abandonó a su suerte en este terruño tropical bananero a él y a su madre. "El maldito con el olvido entre la maleta", se decía para sí mismo cada vez que pensaba en don Gerard. Sin comunicarse y sin dejar un solo centavo, se largó a tener nuevas esposas y nuevos hijos.

Mientras lloraba en mutis, el pequeño Geri, con catorce años de edad, sentía que ya no había nada por ver. De pronto, tenía dudas, buscó en su teléfono y al menos en tres grupos se lo habían compartido. Entonces lo vio, ahí estaba grabada la fecha que aparecía en la esquina inferior del video amateur de sus padres y a media cuadra de llegar a casa se detuvo en seco, sacando cuentas… ¡él era el producto de aquella filmación! Volvió a hacer números, no estaba seguro, si él había nacido en diciembre de ese año y el video era de marzo… ahora sí estaba seguro…

El Geri no volvió a su casa solo porque sí. Él sabía que si volvía rápidamente hallaría a su madre antes de que esta se marchara al trabajo de siempre. Y así ocurrió, entre sollozos y una rabia incontenible, el adolescente se enfrentó de cara a su progenitora temblando por lo ocurrido, entre tímido y desconcertado.

-Madre…

Para su sorpresa, la voz de María Eugenia estaba apacible y tal vez sabía qué decirle su niño en esa situación, su mente lo había procesado por años.

-Deberías estar en el instituto, Gerardito.

-Es que… todos en el insti… -se armó de valor y tras suspirar hondo dijo- madre, ¿soy el hijo de una porno?

-Sí, Geri. Vos sos producto del mejor polvo que me he dado en toda la vida. –El tono relajado de la señora María Eugenia, tranquilizaba e inquietaba a su hijo a la vez y esta le increpó -A ver, contame, ¿cómo lo supiste?

-Todos en el insti… -sollozaba de pena, mientras trataba de responder- todos pues… me veían al entrar y…

-Bueno, tarde o temprano pasaría, Gerardito. Mirá tu papá y yo éramos jóvenes, y sí, sos producto del video y yo no tengo problema con ser reconocida como actriz porno, de hecho, tu papá se empezó a dedicar a la industria y mirá que no le ha ido nada mal, mijito.

La cara del Geri se ensombreció, con la mirada de un auténtico vegetal miró a su madre a la cara al fin y dejó de llorar para recibir una historia de la que su madre parecía muy orgullosa. Es decir, Geri nunca tuvo noción de a dónde migró su papá tras abandonarlos, menos iba a saber a qué se dedicaba aquel ajeno hombre de su memoria.

María Eugenia se volvió una pésima maestra de educación sexual en aquel momento y le contó al pobre Geri con pelos y señas todito lo que traía oculta su existencia, la que parecía tan sencilla hasta ese día.

Resultó que la mamá de Geri fue la primera estrella porno de la productora que fundó don Gerard. Geri nació y producto de aquella degeneración transgredió la vida de fornicación pública y fílmica de doña María Eugenia. Al papá de Geri se le daba bien ganar pasta con sus filmes eróticos, pero empezó a hacerse de créditos ilícitos, provenientes del narcotráfico local y esa fue la razón por la que debió abandonar el país junto a sus putas y sus cámaras, adiós al buen don Gerard, heraldo de la pluralidad de los coitos, canciller de la paz sexual y de la revolución de los cuerpos desnudos. En otro tiempo pudo haber sido un excelente virrey o un administrador de haciendas respetable. Hoy solo era un proxeneta de las pantallas de internet con buen acento y polla suficiente para el mercado del sexo visual.

Explicarlo no parecía problema para la mamá del Geri, sin embargo, a él le afectaba cada sílaba que salía de la explícita boca de su madre. El daño recibido esa mañana le dejó alejado de su círculo social por semanas al jovencito. Geri decidió cambiar de vida, cambiar de nombre o irse de la casa, lo decidía sin aventurarse; en realidad, se recluía en su habitación. Su madre lo trataba con indiferencia, de vez en cuando le cuestionaba sobre si ya había salido a tomar aire fresco, sobre si volvería al instituto, sin presiones de por medio. Incluso, hubo tardes en las que, volviendo del trabajo y hallando a Geri frente al monitor de la computadora, le asaltaba en tono burlón con el cuestionamiento de si acaso había visto ya el video completo o qué opinaba de la obra de arte que había grabado junto a su padre. De pronto, el trato se normalizó con el pasar de los meses, con ese tono indiferente y explícito, empezó a tratarlo como un huésped y no como a su hijo.

La distorsión de la realidad del pobre Geri, lo llevó a buscar en su soledad por el buscador de internet el nombre de su padre. Se sorprendió en conocer que lo único que le faltaba era una mención en la Wikipedia. Todos sabían más de Gerard Samper que su propio hijo, y le iba muy bien con su propia productora de pornografía, pues tenía fotos en yates, videos con prostitutas en yates, fotos en lujosos hoteles y videos de sobra con putas en esos cuartos de hotel.

Verdaderamente Geri, sentía algo que no era rencor. Aprendió a sentir celos, envidia y un deseo profundo por ser el heredero de esos dominios ibéricos, alejado de la mediocridad de vida que llevaba hasta entonces y sin relación con el mundo.

Un día al fin, Geri tomó sus cosas, era una tarde de noviembre ideal para no volver a casa. Su madre ni lo buscó, intuyó siempre esa inestabilidad en su hijo como calma previa a una tormenta. El pequeño Samper se volvió un degenerado sexual que vendía su cuerpo de adolescente lampiño al mejor postor en las calles de la ciudad, se vendía a hombres mayores que le recordaban al padre que nunca estuvo ahí. En su ser, hubiera siempre deseado ser él quien apareciera en aquel filme en lugar de su madre. Él mismo fundaría su propio imperio de pornografía casera, emulando la grandiosidad de su padre. Total, era lo único que sabía que le fue heredado... ¡amb certesa!

jueves, 23 de enero de 2020

Libra

Para Jessie...

Siempre habrá quienes preferimos andar descalzos
para sentir mejor el estallido
de los campos minados de amor...

Nos hallamos con otros suelos
de temblores de ansiedad
entre fangos,
sumergidos en estrellas lejanas
sensibles de la vista,
del tacto,
huidizos de latidos arrítmicos.

Practicamos teorías heridas de pasión
como algas atoradas en el cuello,
como besos que siempre supimos darnos,
como rastros de noche,
como nosotros solos/a solas.

Así compartimos coartadas
de instantes pretendidos por dedos
que tiempo atrás fueran acaso
notas bajo la mesa,
caricias disimuladas en las piernas,
insomnios desnudos al encanto,
oscuridades encendidas de lo tuyo y lo mío...

Es que siempre habrá quien merezca
ser perdigón ardiente
en las esquinas olvidadas de nuestra piel.