Introducción

El poeta que bebe café sabe bien
que el único mejor aroma
entre la tinta y la taza
es el perfume de su amante.

-Rodrigo Villalobos F.

martes, 24 de julio de 2018

TULIPANES DE PLÁSTICO

Tulipanes de plástico es el segundo poemario de mi autoría, y este libro aparece de la mano de la Editorial POE (o Pequeña Ostuncalco Editores). Este nuevo material recopila poesía inédita (y no tan inédita) del 2011 hasta el 2018, entre ellos poemas que ya han visto la luz gracias a Revista Jícara durante el año 2017. Su construcción demuestra mi renovado estilo poético y está segmentado en dos partes, como pasó con el primer libro: 20 poemas colocados casi cronológicamente y 3 textos agregados al final titulados como Flores exóticas (siempre al fiel estilo de mis bonustracks). El prólogo estuvo a cargo de la talentosa escritora Bony Hernández, además de amiga, colega de letras y editora, es la subdirectora de la Editorial POE y confió en mi trabajo para esta publicación.

El poemario estará a la venta en la librería Casa del libro con don Cristóbal Pacheco, ubicada en el interior de La casa de Cervantes (5ta. calle 5-18 zona 1). La distribución de otro tipo puede ser consultada en la página de Facebook de la Editorial POE o pueden consultarme a mi persona vía redes o correo electrónico para crear un contacto efectivo.

martes, 10 de julio de 2018

Ensayo Sobre Dar Y Recibir Amor

Para ser un buen amante es necesario saber si lo nuestro es dar o recibir amor. Lamentablemente no se puede dar y recibir por igual, de ser así, no se puede hallar una pareja estable; la razón a continuación.

El sexo es cosa aparte, pero el amor es una orientación afectiva que va más allá de los conceptos de fidelidad o monogamia. Si hubiera una atmósfera enferma de feromonas en el aire, identificaríamos al sexo opuesto (o el mismo, supongo, para el caso de los homosexuales) con más inquietud de coito que desórdenes emocionales, como si de perros en brama se tratase. Expuesto lo anterior, ¿cómo imaginar la civilización en medio del caos reproductivo que supondría una lluvia de feromonas?, y, ¿qué relaciones afectivas podrían crearse en medio de la catarsis de insensatez en que desembocarían estos cuerpos? A decir verdad el único instinto que se superpondría sobre cualquier lazo sentimental sería el de la reproducción a toda costa y por ello no habrían interés más apremiante que el coito por sobre la valoración de placeres externos o idealizantes.

Descartando la idea obscena que se desplegaría ante tal experimento hormonal, se entiende también que el sentido de pertenencia que se crea es principalmente un lazo de exclusividad, que deja en claro que manifestaciones como los celos son un gesto vago, inocuo y que la poligamia es algo instintivo por enfoques de conservación de la especie, satisfacer este principio por sobre la valoración afectiva está en nuestro ADN como pulsión primigenia.

Entonces, ¿y el amor?, ¿es solo un valor con carga moral?, ¿acaso el amor nos salvaría de nuestra propia extinción? La verdad es un poco más cruda de lo que ya se nos ha presentado bajo el lema de la felicidad en aras de la pareja y la fidelidad que ello trae implícito. El amor es un valor social que también tiene sus manifestaciones peculiares según la región geográfica y los vínculos culturales de sus habitantes.

En Occidente es común desacreditar y definir vagamente al amor bajo la institución del matrimonio. Aunque muchos mencionan que el matrimonio es el cimiento del núcleo social, es decir, la familia, esto no precisa un margen de éxito para ningún individuo que interviene en él (padre, madre e hijos, por defecto). Los tribunales están llenos de casos familiares donde la ventaja jurídica está sugerida en su mayoría para la figura femenina. ¿Y qué decir del matrimonio homosexual? Este caso todavía más particular tiene incluso un fuerte rechazo por parte de las doctrinas religiosas que rigen las creencias culturales y los valores de cada sociedad; por eso mismo su constitución y legislación se hace entre espacios en blanco y sin respaldo pleno.

Tomando el sartén por el mango, queda inferir que si el valor social instituido del amor implica fidelidad (monogamia) y la felicidad al lado de una pareja que comparte objetivos, metas y ambiciones ("sueños" de una manera más romántica), esto propone dos posturas inmediatas: quién lo recibe y quién lo da.


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Dar amor debiera ponerle una postura similar a la de mártir a quien lo entrega, la razón es sencilla, en muchos sentidos va en contra de la lógica de instintos de reproducción, pero alcanza un interés participativo que busca la unidad en la comunión con el prójimo.

Los pilares que sostienen el valor del amor son tan abstractos como él mismo: confianza, comunicación y compromiso. Un desencanto propio en las relaciones afectivas es la sensibilidad ante la traición o la ficción imaginativa que se transmite en los celos, la distancia ha demostrado en algunos casos no ser un factor prescindible pero la separación prolongada fomenta el desencanto propio ya mencionado, y por lo tanto, las relaciones que normalmente muestran síntomas de estar enfermas son estas que se corroen por fuerza interna de al menos uno de los dos (al entrar en la monotonía de la rutina, cambiar de opinión respecto a los objetivos y metas que constituyen la armonía de la relación, hallar a la pareja en el lecho de descanso con otra persona -de distinto o igual sexo-, descubrir el "sincerismo" o las motivaciones reales detrás de las acciones del cónyugue, intereses económicos, terceros sinuosos o fantasiosos opinando, raras filias sexuales, tragedias externas a la consciencia como enfermedades o accidentes, etc.).

Dar amor es la muestra de desanimalización más estética que hay, claro que el amor de madre es instintivo pero no es esa caracterización maternal el tema de este ensayo. El amor de simetría o el amor por el prójimo, recurre a elementos psicológicos de nuestra formación; desde pequeñas personitas que fuimos se nos infundieron ideas "políticamente correctas" de cómo transmitir nuestra empatía, esto posteriormente refuerza y funda las bases de valores como la solidaridad, el altruismo, el cariño, la amistad, y sí, el amor también. Pero al mismo tiempo se va vislumbrando una maquinación personal de la realidad y nuestra interracción con estas vivencias forma otros valores como la honestidad, la sinceridad, la honradez, la prudencia y que se desdoblan de manera menos natural o auténtica porque tienen cargas morales y culturales que se adecuan a nuestra sociedad contemporánea.

Como esos valores son más artificiales sea por leyes o por sencilla moral, ética, o lo que sea, son más difíciles de comprender, y si los contrastamos con situaciones como una amistad o una relación laboral hallaremos un éxito armonioso en eclipsar actitudes personales con actitudes sociales; lamentablemente no todos somos aptos para coordinar nuestras emociones, valores, creencias y motivaciones de igual manera, de lo contrario nuestra sociedad sería utópica: homogenizados todos, existiríamos aburridos de nosotros mismos quizá o eternamente felices, sin claroscuros ni escalas de grises de por medio.

Las relaciones amorosas suceden igual que con las amistades o los compañerismos de estudios o las relaciones de poder en lo laboral, todo es una lucha de sentimientos, causas, decisiones y consecuencias en un ciclo constante, todo enfrentándose mano a mano con nuestros valores formadores. Entonces si alguien puede llamarse a sí mismo "emisor" de amor debe ser alguien con la satisfacción plena en ofrecer todo al otro antes que a sí mismo y su pareja ideal debiera ser un "receptor" amatorio óptimo y no otro "emisor" desmesurado.

Hemos construido arquetipos de éxito de todo tipo bajo el lema de la meritocracia, así como fundaron nuestros antepasados la idea de la democracia, la inteligencia emocional, la institución del patriarcado en la sociedad occidental, y por lo tanto el amor se ha respaldado bajo la "reciprocidad" o la "doble vía". Cuando uno de los dos da amor el otro debe devolverlo con igual o mayor prioridad, impacto, espontaneidad, etc., se les ha olvidado a todos que los hombres y mujeres no somos ganado y no respondemos a estándares de calidad como embutidos. Las estructuras complejas de inteligencia empresarial y personal que se imparten en salones de psicología industrial, administración de empresas y talleres de recursos humanos, catalogan y clasifican con sus etiquetas al simio complejo que todos llevamos dentro, pero en realidad somos un ente de recopilación de experiencias y eso, efectivamente, es lo que podemos ofrecer a los demás: experiencias.

Cada vez que hemos tenido un acercamiento amoroso, o se toma la iniciativa de la relación o no. Por más que la relación pueda parecer de "doble vía" en una pareja debe haber ignición y combustión, de algún lado debe salir eso y hacia algún lugar debe ir. Entonces si un buen "emisor" de amor se topa con otro "emisor", se abre una competencia que será por ver quién sabe dar más y mejor amor. Mejor pensar en hallar un buen "receptor" que permita valorar ese poco o mucho amor de buena o mala calidad, pero con interés sincero y permanente en seguir recibiendo lo que a usted pueda sobrarle.


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Recibir amor no es tan fácil como parece oírse, leerse o entenderse por simple contexto, máximo después de conocer que un buen "emisor" es un desinteresado en buscar primero el bienestar de su pareja, hasta pareciera la parte fácil de una relación solo tener que tomar esa ventaja para ser feliz gracias a otro. Y no es así.

¿Quién es un buen "receptor" de amor? Simplemente es la persona que atesora y valora lo que otro hace por verle feliz. Esto no implica que alguien que sepa recibir amor no sepa reproducir la conducta de su "emisor" y devolver un poco de eso; quién sepa recibir amor emula las características de quién lo obtiene pero no compite por dar más sino que convierte las ideas románticas de entregar algo de vuelta por hacer brillar lo que ha recibido, es decir, engrandece lo que obtuvo ya, sea mucho o poco.

No se trata de pensar que un buen "receptor" de amor es un tipo de esponja que absorbe hasta el hartazgo cuanto le sea posible para inflar el ego. En realidad es algo más parecido a una planta, la cual es capaz de percibir con todo su corporeidad el sol, el agua, y los nutrientes de la tierra para dar un determinado fruto o una bonita flor. Este ejemplo de la planta es propicio para este tipo de personas puesto que demasiado amor podría provocarles empacho, la razón es sencilla de ver con un vegetal: recibiendo demasiado sol o agua la planta muere tan fácil como si no recibieran ni uno ni lo otro.

Hay personas con la cualidad de filtrar lo que quieren tomar y lo que no, llámenlo inteligencia emocional o cómo prefieran; estas personas priorizan de qué se quieren llenar en la vida y el amor es un ejemplo adecuado pues ya hemos dilucidado que son varias las maneras en que los valores individuales se presentan al estar inmersos en determinada sociedad o época. Para las personas que les resultase fácil ser "receptores" debieran tener actitudes y aptitudes como: conocerse bien a sí mismos, tener claras sus metas y objetivos en la vida, conectar sus emociones con sus acciones de manera asertiva, tener facilidad de diálogo, y por lo general, no debieran temer a tomar riesgos.

Se lee fácil, pero la realidad es que requiere de una gran madurez mental y racional obtener las cualidades de un buen "receptor" porque normalmente los sentimentalismos no puedes disolverse de cada decisión u opinión que se emite al integrarse a un plano social o desempeñar un rol en la relación.

Además, ¿quién es el beneficiado del fruto que produce este "receptor-planta"? Pues ambos, él mismo y su "emisor". La razón es sencilla la pareja debe presentarse clara y genuina, por tanto, un resultado adecuado de este "receptor" es el ofrecimiento de algo grande o pequeño a su benefactor a cambio, pero algo pensado con autenticidad sin sentir obligación o lástima, algo intuitivamente comprometido que une y es capaz de reproducirse una y otra vez como parte de ese ciclo afectivo. Siempre hay "malos receptores", incapaces de proveer o aportar algo positivo a la relación y esto es lo más común, hallarse poco comprometido con algo que se recibe como se reciben el resto de los estímulos del mundo tangible, si no hubiera fruto pues el "emisor" no tardará en dejar de beneficiar al "receptor" y la relación llegará inminentemente a su final en cuanto se acabe la paciencia del benefactor.

Estemos claros, cualquiera pueda recibir amor, pero no todos saben manejarlo. Todos somos vulnerables a un enamoramiento, las pasiones están presentes en cada arista de la vida porque todos tenemos esa facilidad empática por algo o alguien pero canalizar esas pasiones como estímulos para mejorar nuestro entorno no es algo aprehensible en una universidad o posgrado, eso corresponde más al crecimiento que tenemos como artistas de nuestro legado. Menciono al artista en este punto porque la intuición artística es precisamente un catalizador alegórico para algo que capte nuestra atención y nuestras motivaciones, la creatividad con la que abordamos nuestras rutinas quedan desnudas y difieren según percibamos el entorno y las personas con las que convivimos.

Si hemos de terminar definiendo al "receptor" como un "ser vegetal" o una "plantita", está de más recordar que una planta no puede ocupar el mismo espacio que otra, de ocurrir esto puede ocurrir que una se vuelva parásito de la otra, o bien, la convivencia cercana termine matando a la otra. Así pues dos buenos "receptores" de amor no debieran encajar en la misma relación porque se vuelve una competencia de crecimiento emocional por demostrar los logros alcanzados en conjunto y terminaría siendo igual o más tóxica que quienes compiten por darlo todo el uno por el otro (relaciones entre "emisor" y "emisor").


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Debiera concluir mencionando que sí pueden coexistir relaciones que no correspondan a la idea de este ensayo, esto es un esquema teórico de percepciones personales, es un calco de mis experiencias a la realidad de la sociedad que me ha tocado sobrevivir.

Sin embargo, es mi necesidad transmitir estas ideas porque amar es mucho más complicado que dar y recibir, pero este ha sido un buen indicio para relaciones duraderas. Claramente esta explicación implica que deba mencionar que sí es posible dar tanto amor como el que se recibe, pero eso no generaría un éxito amoroso para las personas de mi contemporaneidad porque estamos acostumbrados a hacernos expertos en áreas exclusivas de nuestra vida, y el amor es algo donde todos queremos triunfar.