Introducción

El poeta que bebe café sabe bien
que el único mejor aroma
entre la tinta y la taza
es el perfume de su amante.

-Rodrigo Villalobos F.

miércoles, 30 de septiembre de 2020

Los caminantes

 “Trust your heart if the seas catch fire, live by love though the stars walk backward.”
e.e.cummings.

Piruetas de paca para encontrarse unos buenos Nike o Adidas. A medio uso, son fáciles de hallar a buen costo. Los Puma van bien para las caminatas largas y los Vans para el tráfico de la ciudad (incluso por aquello de los conciertos en viernes en la noche). Con el ruido y la mugre contrastan unos buenos Cat (me veo en la necesidad de aconsejar). Todos se usan y reúsan. Los Jordan van bien para el básquet y los ejercicios, pero ¿qué hay de las actividades que requieren mayor esfuerzo? Para matar o enamorarse nadie te va a recomendar marca o estilo. Yo quiero hacer un recordatorio, porque hubo vez que me contaron sobre esta anécdota (nuevamente la necesidad de mencionar lo que no debería)...

Bajo el arco de las estrellas gélidas de una madrugada triste, como las de abril o junio, iba una familia bajo el techo de los árboles avanzando a trote lento en la vereda. Fue una noche sin lluvia el preludio, pero por muy seco que hubieran deseado recorrer el camino, el rocío fue inminente, como inminente iba a ser el amanecer. El coro de variedad de aves desde lo alto de esos ramajes, contrastaba con la uniformidad de marca que llevaban en sus ropas y zapatos nuestros protagonistas. Sus pachones bien llenos y sus cordones bien atados presagiaban una experiencia como las acostumbradas: una excursión típica de familia citadina al campo abierto, entregados al aire libre y sus maravillas sin concreto.

A unos trescientos metros existían pisadas más cansadas, cuerpos más lejanos, gente que parecía de avance ligero a pesar de lo lento de sus siluetas. Dicha familia avanzaba cada vez más alterada en la oscurana, con el lodo acumulándose más y más en sus suelas y el ánimo cada vez más borroso por encontrarse con la foto que los premiara en algún certamen, de esos que se hacen en la ciudad.

Se asustaron los dos mayores (los progenitores), al ver cada vez más próximas las formas humanas de un grupo que los parecía triplicar en número, quienes sin apariencia de cansancio ni falta de ritmo se mezclaban mejor en el ritmo del bosque. Susurraron y prefirieron continuar, solo advirtiéndose el uno al otro con la mirada, resguardando a sus tres hijos delante y sugiriendo no voltear a ver ni preguntar.

¿Quién aparte de ellos podría andar a esas horas tempranas entre la maleza y aquellas tierras dignas de un bellísimo y selvático páramo extraviado de la civilización?

Tras el avance y unos quince minutos de marcha, se vieron alcanzados por escasos pasos y como es fiel tradición citadina tener temor al paso que se aproxima tanto en espacios pequeños, se tomaron de la mano todos y se pegaron a los troncos de la derecha. Rezaban mentalmente por que no se detuvieran aquellos espesos pasos que siempre les parecieron conocer mejor el área. Y así fue.

El grupo que les dio alcance iba uniformado también, ni titubearon ni se detuvieron junto a la pequeña familia citadina. Junto a su proximidad y rebaso por la izquierda llegó la salida del sol. Quienes les parecían asediar tenían rostros asediados, cansados, heridos, avergonzados. Sus trajes característicos constaban de atuendos multicolor y ordenados en trazos lineales y serpentinos, además, llevaban consigo unos caites de cuero y caucho que parecían levitar sobre el fango y las raíces, muy ligeros y casi sin mancha. A esta multitud le acompañaba una cantidad de murmuraciones en un idioma que era como piedritas desprendiéndose en una ladera. Los protagonistas empezaron a hacer más cortos sus pasos, observándolos cada vez más con mayor detenimiento, poniendo especial atención a los detalles que llevaban consigo.

La foto que consiguió aquella familia valió el susto de la persecución paranoica en aquella madrugada. Dentro de un marco muy bonito, dorado y estilizado de formas barrocas, se veía el desplazamiento de esa otra y numerosa familia indígena, llevando entre varios dos féretros de niño, la luz y el enfoque del amanecer permeaban entre los ramajes verdes y contrastaban perfectamente con los coloridos trajes de la región que usaban, sin embargo, resaltaba aquel andar de caites brevísimos al trote, a un paso tan suave que no arrastraban grava, solo dolor, como el de sus rostros cabizbajos, excepto por el de un señor con sombrero, quien lloraba frente al lente silenciosamente, en el plano más próximo por la izquierda. No entendían mucho de fotografía ni de lo que realmente ocurría en el momento en que sacaron la foto, pero estaban participando ya.

El padre de familia se llevó consigo el cheque del premio ganador y festejaron con una comida rápida en casa. Mientras tanto, en ese instante, el padre de familia que se robaba el primer plano de la foto, el único que no bajaba la mirada contra el obturador, perdía su último aliento; yaciendo, se iba recordando del día camino al entierro de sus dos hijos más pequeños, y que estaba por pedir respeto a un grupo de curiosos que arrojaban luces desde su cámara al verlos andar, se acordó que iba a mover sus labios, pero estaba seguro que aquellos no le entenderían, ni su idioma ni su dolor, un dolor más profundo que el que se lo llevaba ahora junto a sus hijos.

Canción sabinezca para noches sin vos

(Entrada cutre de cuerdas en distorsionado semitono
de autotune noventerísimo…
y empieza tras de sí
el fondo mecanizado de sonidos pregrabados sobreutilizados)

Yo con vos,
pero vos con nadie,
yo por vos,
pero vos por nadie…
en la Madrid,
la Madrid sin plaza,
la Madrid de media calle
que se cruza frente mi casa.
 
En esta mestiza urbe
latinoamericanizada a fuerza,
a fuerza de asfalto bachado,
de bache finamente enlazado
con catedrales rematadas
al fondo de calles
tan necesitadas y ausentadas
de aceras,
raíces fieras,
peleas de cantina.
¡Ahí, ahí mero!
 
Yo con vos,
pero vos con nadie,
yo por vos,
pero vos por nadie.
En el oxímoron ontológico
de vida bohemia,
con cerveza a la mano
y grasa de cacao
afuera, por los labios.
 
Clandestina feria de humo
al darte luna de miel
sin mí, en esa banquita,
en esa pileta de piedra,
como cortejo de antaño
entre tu gente
y mi humilde origen obrero.
 
¿Vos por qué?
¿Vos por quién?
Si vos conmigo
de verdad fuiste feliz,
vos la luz de mi candela
al frente de mi puerta
fueras la estelar actriz.
 
Pero sos revista,
mujer etérea,
pedacito de crema
escondida en la nevera.
Hoy por vos,
y vos por nadie,
pero a tu salud,
“¡Saluuuud!”,
gritamos los que audicionamos
por tus piernas.
 
(Flamenco desgastado y de mal gusto
con las guitarras descompuestas a lo pop austero
en tonos más altos,
y en tonos más bajos,
unos sampleos posmodernos de trap,
o mejor solo los sampleos,
feo, eos… de esos.)
 
Y yo por vos,
pero vos por nadie,
mientras voy con vos
y vos sin mí,
yo llevándote en el anda
de mi alma,
y vos llevándote
por la nada
y para nada
las pedradas aquellas
que acariciaron tu ventana
al mariachi encanto
de una serenata
como la de ayer de madrugada.
 
Yo con vos,
en mi madrileña calle
muriéndonos de hambre…
cayendo y sufriendo
por los baches, solos y ebrios…
vos olvidándote de todo
días después, despreciando mi invitación…
Yo por vos,
en nuevo look,
pero sin vos
ni voz,
ni sueño por la bulla del concierto improvisado…
Lueguito
y de madrugada
yo en la cárcel,
sin metáfora
ni más que cantaaar…
 
¡Yo con vos,
pero vos con nadie!...
¡Yo por vos,
pero vos por nadie!...
 
(Cierre en declive,
voces de un coro que manifiesta fiesta todavía,
en palmeo
con las caricias de un teclado electropop…
o cierre abrupto,
mejor solo el cierre abrupto…
como de Bon Jovi en It’s my life,
pero como que es Arjona imitando a Sabina
o banda sonora de película de animación
con pseudo-acción al margen de un “tun tun”.)

martes, 1 de septiembre de 2020

Trampa y juicio

Para Joselyn Isamar...

Juzga sin ver,
sin tocar ni beber de más,
si soy calmo, si soy raudo.

Río interno,
caldo de tripas de humano,
hombre por género y sexo convencional,
sin posmodernidad en los artículos,
ni portador de arma sobre el alma.

Si mis miembros fueran resuelta colisión
de polvo de estrella, errados y desnudos
igual sería varón, carne y huesos como tantos
(por elección y por azar).

Sigo subestimado, preso de mi temporalidad,
de la tradición desvinculada,
del corazón de una dama,
de las cicatrices de guerra y batalla
que mal librada por mis ancestros
se ha desperdigado y tergiversado.

Soy caballero si lo quiero,
si no, solo otro loco sin caballo ni carro,
que enamora sin pedir mucho a cambio.

Resuelto y sordo
de las opiniones y el sesgado
que las minorías malpensantes ofrecen,
me privo porque lo prefiero
y me exhibo porque tengo derecho,
y si te desnudara entre estas líneas
como la musa que sos,
sería machista de sobra,
romanticista de pluma y tinta,
amanerado sin pudor,
como cualquiera,
nada me haría distinto del montón.

¡Pero siento, existo y soy un vivo,
igual te muestro,
igual me arrastro a la rima,
al caos y al orden del sexo/texto!

Me seduce el cebo bajo la trampa
de ser un deseoso
de tener hembra de la noche/mañana
a la mañana/noche que se nos permita
(per semplice piacere y gana de los dos),
sin enfermarnos más de lo que ya nos enferma
este mundo globalizado,
idealizado,
capitalizado,
degenerado
y malgobernado.

¡Qué delicioso es comernos
sin señalarnos
como dos indiferentes hijos del cinismo
que realmente somos!