Perforando el eco de un beso
En la permuta de una armonía,
Sólo la imaginaria figura femenina
Se alejaba y se distraía.
Las alas del suicidio se abren
A todo aquel que como yo, suspiran
En mar ajeno, una mirada
Traslapada a donde se originan.
Colocado entre columnas de miedo
Al filo de la tormenta ciega,
Cualquier pálpito es seguido de
Un abrazo de muerte a futura entrega.
Temiendo sólo al agonizar los errores
La vida es más incómoda, entre
Estelas de colosos y dioses
Cual doloso amor de concepción de vientre.
Del techo al suelo no hay espacio
Si lo vuelas, si lo recorres por labios
Donde se venden las heridas
Y no se compra el castaño de su cabello lacio.
Tocaba la piel una cuerda
De tiempo pasado, una suma de pretextos,
Que arrancan silencios
En cada disculpa de mis textos.
Con frecuencia de vitalidad
Acabaste de sofocar
La exhausta y sufrida serenidad
Que me acusó de traficar.
Porque es más sutil la noche
Para un vagabundo de corazón cerrado
Que para un poeta fingido
Que porta en su ser un loco envenenado.
Arrastrado en codicias y frases
La soledad carcome los rincones
Pero para ti y para mí:
“El tiempo no tiene más escalones.”