Bendito sea el Dios
que me dio tan mala memoria
y a la vez el método para contrarrestarla,
porque bella fue aquella noche
y corto el viaje en el coche,
mejor fue llegar a besarla
y aún mejor, por como me correspondía
tras la breve luna que caía en sus labios.
La tinta que se derramó de su boca
acabó empapando mi corazón
como a este papel, que hace honra de su pecado
porque de haber tenido el tiempo menos contado,
en vista de la conquista de su pasión,
quién sabe si hubiera abierto al ver que soy yo el que toca.
Mas cuando la mitad de la noche estaba por precipitarse
y entre sus dedos permanecía aún enredado,
la sorda oscuridad me la reclamaba,
tan solo su aroma quedaba,
tan solo su ausencia se aferró a mi lado
y hoy, mi insomnio de ella querrá abrigarse.
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