Estas manos en desuso
barren el pecado de no tenerla,
apretando los jirones de fotografías
que alguna vez tuvieron su rostro.
Ven mis somnolientos ojos
el arrojo disuadido de su lejanía.
Tan letal breve vino de mujer
se ha mezclado en mi sangre
con la ruina insignificante de mi ser.
Ya la sed y el humo han bailado
el tango de torrenciales despedidas
que en mi piel se hacen enredo.
Ni la gocé, ni probarla logré,
aún virgen la ven mis somnolientos ojos
al arrojo disuadido de su lejanía.
Treta alguna para dar alivio
a tan severa ansiedad malgastada
tampoco he para mi existencia querido.
Falsedad del oceánico vidrio
la recubre de mi tacto,
más por no serle suficiente
que por amarla seguir intentando.
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