Tengo un domingo libre
en uno de mis bolsillos;
guardado en mi billetera,
se conserva intacto un café
para intercalarse con tus palabras;
hasta, hay un par de noches
colgadas en mi ropero
aún sin uso alguno.
Llevo añejas unas sábanas
que el estreno de tu calor corporal esperan;
conservo unos versos vírgenes
imperdibles para una mañana de lluvia;
incluso, me queda un bouquet
de coloridos aromas aterciopelados,
que espera tu voz para empezarse a secar.
¿Para cuándo el día, la hora y el lugar?
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