Introducción

El poeta que bebe café sabe bien
que el único mejor aroma
entre la tinta y la taza
es el perfume de su amante.

-Rodrigo Villalobos F.

jueves, 6 de junio de 2019

Afuera del escenario

Sola, tras el toque del tabaco exhalado con las ampollas en las manos y el pegajoso sudor aún tibio; se debatía si acaso al no tener responsabilidades para la mañana siguiente, ¿haría bien en volver adentro y servirse otra cerveza fría para sudar después? Trataba de reflexionar consigo misma en la ligera borrachera.

Sabía como de costumbre que era mejor llegar a escena un poco tomada, sin exceso, solo para tomar valor ante el público, hoy no fue la excepción. Pasaron los minutos y vio salir a otros bateristas, otros guitarristas y otros trovadores de voz desgarrada.

-Si van a premiar, que sea pronto -se dijo para sí y dándole el último jalón al cigarrillo.

Tomó valor para lo que quedaba de noche, valor y convencimiento para la siguiente resaca. Terminó tomándose de la mano de algún muchacho de pelo largo, de los que abundaban, de esos que frecuentan con droga barata estos eventos.

Se fue con premura del ojo público por el éxtasis del pubis juvenil, abatida de sueño y cervezas. Despertó, justo a un par de calles y consultando su reloj de Hello Kitty con las batacas y los botines de tacón corrido desordenados a sus pies. Reloj que le recordaba la última Navidad junto a su madre y batacas que le recordaban su enfado de hace unas horas con su padre antes de salir de casa. Pensó en no renunciar a pesar de lo mal que tocó la banda esa tarde. Había tiempo para volver a la premiación todavía, así que dejó tendido a un lado a su falo de turno.

Al entrar de nuevo no reconoció a nadie. No había ningún rastro de los que habían estado hace unas horas con ella en el escenario. Se sujetó el pelo con cola de caballo, disimulando serena determinación, mientras atenta buscaba rostros como los del Huesos, el Jairito y el Tripasuelta.

La tarima ya se iluminaba entre la oscurana y se presagiaba a los ganadores de aquella velada musical con guturales gritos y estruendos metálicos; todos expectantes y de uniformados tonos negros.

Las llamadas al tercer y segundo lugar fueron breves, pero al oír nombrar a Plastic Roses como ganadores se supo sola empezando aquella madrugada. Subió batacas en mano y en alto, apenas se asomó al micrófono soltó un seco "gracias" eruptando. La paga fue buena y directo a sus manos en su totalidad, situación que sí le sacó una sonrisa tonta y no el hedor a licor que emanaba con los aplausos como de su boca.

-De seguro deben estar en el baño- se convenció todavía; imaginando a los otros tres ebrios y vomitados al mismo tiempo o en camas de mujeres vestidas como ella, tal y como siempre pasaba en cada uno de estos conciertos.

Salió de nuevo, tras el toque del tabaco exhalado con las ampollas en las manos y el pegajoso sudor ya menos tibio. Ahora había hombres peleándose por ella, mientras tanto, ella disimuladamente se quitaba el reloj sin ver la hora y lo guardaba en su chaqueta. Sonreía tontamente y adrede esta vez mientras se acercaba a ver los golpes de cerca. Sería la última vez que se oiría de Plastic Roses y de la florecita rockera con adornos de Hello Kitty.

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