El cielo se decidió a mojar
las calles y mi andar,
los techos de la ciudad,
dejando aroma a tu soledad.
El cielo a mojar se decidió,
antes que tu boca cedió,
un testigo que profesa
es la lluvia hecha amor y promesa.
El que moja es el cielo,
son formas líquidas de hielo
las que abarcan impacientes
nuestras horas si las sientes.
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