Haré muy público mi error,
el de ser culpable y presa
de una entregada princesa,
que sufrió por mi vergüenza.
Hubiera sido mejor, en aquel entonces,
la proeza de vivir con actos
el amor que le canté de lejos,
pues me equivoqué al enamorarla.
Era ella demasiado merecedora
de un novio con compromiso,
y haciendo del mundo caso omiso,
sugirió a su boca, quedarse con la mía.
Ahora que sufrió mi desvanecer,
no hay como enmendar su lejanía,
ni siquiera como hablar a su belleza,
pues se oculta en la promesa de no amar.
Lamento en mi pecho su despecho,
pero mi actitud careció de valor,
puesto que antes de amarla a ella
otra mujer jugó con los restos de mi amor...
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