Caramelo de terror al escapar
a tientas sobre la noche
del arcoiris de tu vista,
a espaldas se queda la lluvia
y el canto del aire sobre tu rostro,
ahora somos incapaces
de amarnos sin dañarnos.
Somos azúcar de verano
dormida a la sombra de un beso,
una sola bengala
encendida sin prisa ni placer,
solos e inertes,
una playa en ocaso
rendida al furtivo encuentro
de dos cuerpos corruptos
al pulso de sus latidos.
Por ello
profundos intentos
de irnos sin querer hacerlo,
nos hacen pareja
de demencia sin nombre.
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