Te quedarás en mí,
recordando que, si aún me quedaras aquí,
dividida entre la sed de mi piel
y un viento seco de verano
bañando tu sombra de pétalos de cerezo,
aún aquí permaneces...
entonces me quedara un poco de ti,
un poco más de lo que tengo
por misericordia de quedarme esperando,
un poco más de lo que quedó realmente
soñando la boca del fluido amor
que descendía por tus palabras,
si de verdad algo así me quedara
y no fuera secreto robarle
ese intento de ilusión a la almohada:
en la nada me quedarías tú,
con la sonrisa en mi mejilla,
susurrando silencios entre abrazos;
pero me quedarás tú sin amor,
arrebatada del pecho, todo aliento
y ausente de esto
que pedía sentir,
aprendiendo que nos quedaba
sólo mentir.
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